"El Idiota Más Brillante de la Oficina"

"El Idiota Más Brillante de la Oficina"

Martín era el primero en llegar a la oficina y el último en irse. Revisaba sus informes tres veces antes de enviarlos, dudaba antes de hablar en reuniones y se disculpaba incluso por existir en el ascensor.

Su cabeza era una radio rota:

“¿Por qué dijiste eso?”

“No entiendes nada.”

“Van a descubrir que eres un fraude.”

“Eres un idiota, ¿no lo ves?”

Pero ahí estaba, cada día, cumpliendo. Aunque por dentro se sentía como una mentira andante.

Una tarde, el jefe de su equipo, Lucía, lo llamó a su oficina. Martín pensó inmediatamente:

"Ya está, me van a despedir."

Pero ella lo miró, seria, como si hubiera estado esperando este momento.

—Martín… tengo una pregunta que no espero que respondas ahora, pero sí que la pienses.

—¿Qué pregunta?

Lucía levantó una carpeta y la puso frente a él.

—Estos informes los hiciste tú. Corregiste tres errores que ni el sistema detectó. Y tus proyecciones le ahorraron al equipo semanas de trabajo.

Martín no dijo nada. Su cara era puro desconcierto.

—Y sin embargo —continuó ella—, te vi salir del baño el otro día, mirándote en el espejo como si hubieras visto un fantasma. Y murmuraste: “Qué idiota.”

Martín se quedó helado.

—¿Sabes qué es más convincente que un error? —preguntó Lucía—. Una mentira repetida todos los días. Tú no eres un idiota, Martín. Pero tu cerebro te cuenta esa historia con tanta frecuencia que empezaste a creerle.

Silencio.

—¿Sabes por qué lo sé? —agregó ella— Porque solo una mente brillante puede convencerse a sí misma de algo tan absurdo y hacerlo parecer real.

Martín salió de esa oficina sin saber cómo sentirse. Pero esa noche, al mirarse en el espejo, por primera vez no pensó nada. Solo se observó. Y el silencio en su cabeza le supo a libertad.

Desde entonces, cada vez que su mente le susurra que es un idiota, se sonríe un poco. “Gracias, cerebro, pero esta vez no me engañas.”